Tener una pieza de ámbar y usarla como joya es mucho más que atesorar una belleza. Es también tener un trozo de historia, un fósil, una pieza de miles de años. Cada joya es única y nunca encontrará dos piezas iguales. 

Así que si estás lista para comprar una de nuestras joyas, conocer algo más sobre el ámbar es una buena idea. 

El origen del ámbar está en la resina de los árboles que, hace unos 10 000 años, endurecida y fosilizada, incluso a veces con insectos en su interior, quedó en el subsuelo de zonas boscosas y así, hecho piedra, llegó hasta nosotros. 

Son varios los países que tienen afloramientos de ámbar. En Europa es conocido el ámbar de Alemania, Francia, Letonia, Lituania, Polonia, Rusia y el depósito recién encontrado en Cantabria (España). En el continente americano, además del depósito de Chiapas, hay en la República Dominicana y en zonas de los Estados Unidos. Es decir, el ámbar de Chiapas es único en Mesoamérica.  

En Europa el árbol del que salió hace miles de años la resina es una conífera (Pinus succinefera). Mientras que la resina de árboles de los que surgió el ámbar en República Dominicana y en México es una leguminosa. En Dominicana es el árbol llamado algarrobo, que en México se denomina curbaril, guapinol, cuapinol o copinol (Hymenaea courbaril). 

El origen del nombre del guapinol o cuapinol, su etimología, viene del náhuatl: cuahuitl, ‘árbol’ y pinoli ‘harina’. Y este árbol es el que nos da nombre, el que nombra nuestra tienda. 

El guapinol es el árbol cuya resina, tras más de 10 000 años de fosilización, se convierte en el ámbar con el que creamos nuestras joyas. El ámbar que empleamos es el del estado mexicano de Chiapas, donde está uno de los yacimientos más grandes del mundo. 

El origen de la palabra ámbar viene del árabe hispánico ‘ánbar, y este del árabe clásico ‘anbar, y significa ‘lo que flota en el mar’. 

Nuestras joyas nacen de las lágrimas doradas que alguna vez lloraron estos árboles.